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“Etimológicamente significa “la extranjera”. Viene de la lengua griega.
Cuando un creyente ha puesto su plena confianza en Dios, debe darse cuenta de que él ha puesto nuestro pasado en el corazón de Cristo, y se ocupa de nuestro futuro. Nos encontramos hoy con esta chica muy guapa y demasiado joven para casarse. Los pretendientes la miraban y la rodeaban por todos sitios.
El padre estaba ya cansado de tanto novio, y la encerró en el palacio para que nadie la viera. Tan sólo permitía visitas a los filósofos y poetas mayores para que aprendiera de ellos el secreto de las cosas. Llegaron a convencerla de lo más importante que ella buscaba: del absurdo de la religión pagana.
A medida que progresaba en el estudio, le hizo una consulta a Orígenes. Este sabio le envió a su discípulo Valentiniano para que le diera catecismo y la bautizara. Fue entonces cuando tomó la decisión de mantenerse virgen y de consagrarse enteramente a Dios.
Dicen que, en un acto de valentía, arrojó por la ventana todas las estatuas de los dioses falsos, y escribió o pintó por las paredes la señal de la cruz. Enfadados los paganos y sus jefes, vieron en ella una rebelde y una sacrílega. Quisieron matarla en seguida.
Se le apareció un ángel y la llevó a la montaña. La policía la encontró y la llevó ante el tribunal del juez Marciano. Le dieron toda clase de tormentos. Y el padre, enfadado con su hija, tuvo la mala intención de rematarla con el golpe de gracia. Y mientras la cabeza de su hija rodaba por el polvo, él murió quemado por el fuego. Su martirio acaeció en Egipto en el año 313”.
Fuente: Felipe Santos, www.catholic.net
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