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El Baile de la Polilla es una actividad tradicional que se celebra en conmemoración de la Batalla de Rivas ocurrida en 1856 y en homenaje al héroe nacional de origen alajuelense Juan Santamaría.
La actividad se celebra en el parque alajuelense Juan Santamaría en la noche del 11 de abril, tal día las personas se abren paso en el parque, tomando este espacio cual salón de baile, moviendo sus recuerdos con la cadencia de melodías de antaño dentro de los cuales figuran la Banda Nacional de Alajuela o la Orquesta de Lubín Barahona y los Caballeros del Ritmo.
Actualmente también se cuenta con invitados de talla internacional cuyo requisito principal es tocar música de ritmos populares tales como el bolero, salsa, paso doble, cha cha chá, entre otros, cuyo requisito es que pongan a la gente a bailar.
Un poco de Historia
Esta festividad tiene aproximadamente 20 años de realizarse.
Respecto a su nombre, existen dos versiones principales, una es que en su inicio se hizo con el fin de recaudar fondos para la restauración de la cúpula de la Catedral de Alajuela, la que presentaba gran deterioro debido a la acción del comején o la polilla. Sin embargo, popularmente consideran que el nombre asignado a este tradicional baile, se debe a la afluencia de personas adultas o adultas mayores, situación que hoy ha variado y es disfrutado por públicos de todas las edades.
Inicialmente el Baile de la Polilla se realizaba unicamente el 11 de abril, ahora se adiciona una edición más en el mes de octubre como parte de las celebraciones de la fundación de la ciudad de Alajuela.
Para todas las edades
Esta festividad representa un intercambio generacional importante, pues hoy día se puede observar igual una pareja de personas Adultas Mayores rememorando melodías de su juventud, así como personas jóvenes quienes asisten junto a sus familias, en grupo o en pareja, disponiéndose a dejarse llevar por el ambiente íntimo y a la vez público que representa esta particular tradición.
La pista
Ver como el parque se transforma en una enorme pista de baile no tiene precio. Allí se entremezclan bailarines de amplia trayectoria quienes demuestran sus habilidades para el desplazamiento artístico, aficionados que a su forma disfrutan de la música y prestan con cadencia sus cuerpos al ritmo, pero también espectadores que acuden a observar como los timbales, la trompetas, el piano, entre otros instrumentos se van apoderando poco a poco de la voluntad de los asistentes.
Memorias
Si algo tiene esta tradición es la facultad de conjugar memorias: la memoria histórica de todo un pueblo, la memoria personal convocada por canciones cuyas letras de amor y desamor alguien hizo o hace suyas y la memoria corporal que provocan los ritmos que el cuerpo se encarga de descifrar a su modo.
Desde esta perspectiva, la polilla quizás pueda ser la música que transforma a los y las bailarines de todas las edades en livianos cuerpos que no tienen reparo en dejarse suspender, desplazar, tomar; dejarse llevar por la cadencia de esas notas musicales dándole así permanencia a esta maravillosa tradición.
Notas en prensa
Sacúdase, El baile de la Polilla. La Nación
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